EUROPA
PRESS
22 diciembre
2020
Todo
sobre las secuelas neurológicas de la Covid-19 y el posible desarrollo de
Alzheimer
¿Se ha detectado a día de hoy
SARS-CoV-2 en el cerebro? La respuesta es que sí. Se ha observado en los
cerebros de las autopsias de los pacientes de la COVID-19 la capacidad
neurotrópica del SARS-CoV-2 (su atracción hacia el tejido nervioso), o su
entrada directa, y la infección del sistema nervioso, según asegura en una
entrevista con Infosalus la doctora Sonia Villapol, profesora en el Texas Medical Center (Houston, Estados
Unidos) y miembro del Equipo Internacional de Investigación de la COVID-19
(www.Cov-irt.org).
Resalta que también se han visto las proteínas espiga del
SARS-CoV-2 en las neuronas del cerebro de las autopsias de pacientes COVID-19
usando técnicas inmunohistoquímicas (un método de laboratorio), y sobre todo
también en las células endoteliales de los vasos cerebrales o de las meninges.
"Normalmente, durante los estados inflamatorios la
barrera hematoencefálica es más permeable, está dañada, y puede dar entrada a
infecciones. La proteína de espiga del SARS-CoV-2 tiene la habilidad de alterar
la barrera hematoencefálica permitiendo así la neuroinvasión",
aclara la neurocientífica.
Con ello, recuerda que diversos estudios apuntan que entre
el 40-60% de los pacientes de la COVID-19 han experimentado algún tipo de
síntomas neurológicos: Desde el síntoma bastante común al inicio de la infección,
la pérdida de gusto o de olfato, se suman los dolores de cabeza, la confusión,
la alteración del estado de alerta, la inconsciencia prolongada, la pérdida de
memoria, la psicosis, la ansiedad, o el estrés post-traumático.
"Muchas personas que se enferman gravemente
experimentan complicaciones neurológicas como el delirio, y existe evidencia de
que las dificultades cognitivas, incluidas la confusión y la pérdida de
memoria, persisten durante algún tiempo después de que los síntomas agudos
hayan desaparecido", mantiene la doctora.
El problema de los síntomas persistentes
Eso sí, Villalopol aclara que a
día de hoy no está claro si esto se debe a que el virus puede infectar el
cerebro, o a si los síntomas son una consecuencia secundaria, tal vez de la
inflamación. "La mayor parte son síntomas transitorios, y la gente
recupera la normalidad a las pocas semanas. Pero aun así, también se dan casos
de síntomas persistentes que reaparecen meses después de la recuperación, y en
un alto porcentaje de enfermos que han requerido de hospitalización",
añade.
Afirma igualmente que es bastante común la niebla cerebral o
los episodios de falta de concentración. En otros casos más graves dice que se
han encontrado encefalitis (inflamación del cerebro), o en casos más extraordinarios
se han identificado personas infectadas de COVID-19 que desarrollaron el Síndrome
de Guillain-Barré, que provoca parálisis temporal. "Incluso se dio un
porcentaje alto de ictus en grupos de poco riesgo, y especialmente en gente
joven que presentó trombos en el cerebro durante su tiempo de
hospitalización", añade.
En el largo plazo, la gallega afincada en Houston mantiene
que se han constatado como secuelas neurológicas de la
COVID-19 enfermedades inflamatorias graves que pueden causar déficits cognitivos.
"La escala de la pandemia de COVID-19 significa que miles o incluso decenas
de miles de personas ya podrían tener estos síntomas y, como resultado, algunas
podrían estar enfrentando problemas de por vida", advierte.
Según mantiene, las cefaleas o los estados de confusión se
corrigen con el tiempo, pero tampoco se sabe si a largo plazo muchos volverán.
"Tampoco se atribuyen los síntomas neurológicos al desarrollo grave de la
enfermedad. Estos síntomas también aparecen en las personas que han pasado la
COVID-19 con síntomas leves o moderados. Se necesitan estudios similares a largo
plazo para comprender las consecuencias neurológicas y psicológicas de la
COVID-19", reseña.
Algunas personas que se han recuperado de esta infección
podrían quedarse con un sistema inmunológico debilitado, avisa también Villalopol: "La COVID-19 puede tener otros impactos en
la salud que duran meses, y diferentes coronavirus han dejado a algunas
personas con síntomas durante años".
¿Esto sucede también con otras enfermedades virales?
La miembro del Equipo Internacional de Investigación de la
COVID-19 subraya que el estudio de esta enfermedad está revelando la amplitud
de las complicaciones neurológicas y neuropsiquiátricas de la infección, que
incluyen a su vez un estado mental alterado y un síndrome similar a la demencia
que puede ser reversible; si bien afirma que es "muy temprano" para
observar los efectos clínicos de la COVID-19 en el desarrollo de enfermedades
neurodegenerativas, pero todas las evidencias científicas de estudios previos
indican que es muy probable que ocurra.
"Pero sí se ha visto que el SARS-CoV-2 en cerebros organoides in vitro presenta efectos similares a la
neurodegeneración. Hay más estudios que asocian otras infecciones cerebrales
virales con una mayor prevalencia de enfermedades neurodegenerativas como el
Alzheimer o el Parkinson, por lo que en el futuro podríamos detectar una mayor
incidencia de trastornos neurodegenerativos en pacientes previamente afectados
por la COVID-19", argumenta la neurocientífica.
Cabe señalar, a su juicio, que se han informado previamente
déficits olfativos para varias infecciones virales, incluido el coronavirus, y
son característicos de trastornos neurodegenerativos como las enfermedades de
Alzheimer y de Parkinson. "Se han propuesto varios microbios como
desencadenantes de la enfermedad de Alzheimer, incluidos tres virus del herpes
humano y tres bacterias: Chlamydia pneumoniae, una
causa de infecciones pulmonares; Borrelia burgdorferi, agente de la enfermedad de Lyme; y, más
recientemente, Porphyromonas gingivalis,
que conduce a la enfermedad de las encías", añade.
En teoría, según prosigue Villalopol,
cualquier agente infeccioso que pueda invadir el cerebro podría desencadenar
esta patología: "Pero indudablemente la tormenta de citoquinas en la
COVID-19 induce inflamación en el cerebro que puede ser crónica. La respuesta
inflamatoria en el cerebro se ha demostrado que acelera los procesos
neurodegenerativos, y entre otras cosas, aumenta el riesgo de desarrollar Alzhéimer,
Párkinson o Esclerosis Múltiple".
En última instancia, llama la atención sobre el hecho de que
los enfermos de Alzhéimer que se infectan con el SARS-CoV-2 sufren una
aceleración cognitiva de su enfermedad. "Por lo tanto, son un grupo
vulnerable. Además, la variante genética de APOE4 que se asocia con las
personas con alto riesgo de desarrollar demencia y Alzhéimer se ha asociado con
la severidad de la COVID-19, independientemente de la preexistente demencia.
¿Pero puede la COVID-19 aumentar el riesgo de desarrollar Alzhéimer? Todas las
evidencias científicas de estudios previos de enfermedades inflamatorias y su
asociación con el riesgo de neurodegeneración indican que es muy probable que
ocurra", sentencia Villalopol.